DIAS INTENSOS (libro SER SALVAJE)

A veces las palabras más dulces hieren... 



Hoy creo que sentí miedo por primera vez en mi vida. Y no es cuestión de creerme un temerario, no, simplemente fue darme cuenta de que nunca estuve tan cerca de temerle tanto algo, como lo hice hoy. No hubo maltrato físico, no fue tu actitud ni tu pensamiento enrevesado lo que me empapó de sudor en aquella habitación, donde el sol ya no daba luz y solo creaba una especie de capa amarillenta que cubría todos los muebles y algunas cosas que tenías tiradas por el suelo, donde tu sombra parecía más grande que de costumbre y no necesitaba taparme la cara para poder verte. Fueron las palabras que salieron de tu boca. Sentí cómo de repente me hundía lentamente el puff que me habías prestado para que me sentara, cómo me enredaba entre la ropa que había tirada por todo el suelo, el termo, el mate y el azúcar. Sentí cómo se aceleraba mi pulso, cómo se me nublaba la vista y ya ni tu sombra podía distinguir, cómo despacio iba perdiendo espacio, cómo con cada comienzo de oración me alejaba otros tantos metros de vos. Y fue lo más sincero que pude haber escuchado en todo este tiempo, me lo confirmó tu voz trémula y tus ojos brillantes, aguados, que rezumaban sin desprecio la humedad que provocaban tus párpados y tus sentimientos. Casi que intenté abrazarte, pero no pude. Algo, y juro que no sé qué, algo me detuvo, como si me dijera que todavía no era el momento, como si abrazarte y demostrarte cuánto te amo fuera un error, como si estuviera equivocado por haberme enamorado de vos. Y el tiempo vuela, mientras pierdo mil oportunidades para conocerte, y vuela, las horas vuelan, y no hay nada que pueda hacer y vos ahí, parada, estática, intentabas entender qué me estabas tratando de decir, y yo ahí, estúpido, sin sentido, me desarmaba con cada frase que salía de tu boca. 

Ahora es de noche, y el sol se escondió hace un tiempo largo detrás de esos edificios que cubren toda vista de la ciudad desde tu terraza y solo nos permiten, en un acto casi imprudente, ver únicamente las estrellas. La brisa cesa un poco y hace que el momento sea, al menos, algo ameno. Aun me acuerdo de tus palabras, creo que nunca me dijiste tantas verdades juntas, y me cuesta aceptar que a veces la verdad duele. Hoy dolió. Pero no puedo enojarme con vos, no, no puedo, sería faltarte el respeto, porque hoy me hablaste con el corazón, y yo, ahí, estúpido, sin sentido, me desarmaba con cada frase que salía de tu boca. Espero que con el tiempo pueda cambiar tu forma de pensar, de verme, quisiera explicarte tantas cosas, pero a veces las palabras no me salen a pesar de ser un especialista en la materia. Qué fácil es hablar, hablar con cualquiera, pero hablarle al amor en primera persona es la empresa más difícil a la que me encomendé. No poder elegir bien las palabras, ponerme nervioso cuando te hablo, decirte lo que estás cansada de escuchar, discursar con las mismas palabras con las que te hablaron alguna vez esos que te hicieron creer que te amaban. Por ellos, por mí, por vos, hoy tengo que cargar con una culpa que no es mía. Pero ¿cómo puedo demostrarte que mi amor es puro y natural si mis palabras tienen la misma raíz, beben del mismo agua y lloran las mismas saladas y caprichosas lágrimas con las que alguna vez te lastimaron? Soy un hombre de palabra, soy un hombre de palabras, pero creo que esta vez, aun a mi pesar, las voy a matar. Puedo decirte toda una vida entera lo que siento por vos, lo que me pasa cuando te veo o todo lo que quisiera compartir a tu lado, pero sé que solo tengo algunos minutos para demostrarte que no soy ellos, que no soy como ellos, que no soy ni diferente ni especial, solamente soy otro. Y creo que así, mostrándome sincero, real, auténtico, mostrándome cómo soy realmente, puedas entender lo que hoy a la tarde intenté explicarte en aquella habitación, donde el sol ya no daba luz y solo creaba una especie de capa amarillenta que cubría todos los muebles y algunas cosas que tenías tiradas por el suelo, donde tu sombra parecía más grande que de costumbre y no necesitaba taparme la cara para poder verte.

Comentarios