AMBIGÜEDAD DEL SUFRIMIENTO, Emile Cioran

En las cimas de la desesperación

Un simple pensamiento para los tiempos que corren...

Todo el mundo, tras haber vencido el dolor o la enfermedad, siente, en el fondo de su alma, una nostalgia —aunque sea muy vaga, muy tenue. A pesar de que deseen restablecerse, quienes sufren larga e intensamente se sienten siempre obligados a considerar como una pérdida su probable curación. Cuando el dolor forma parte integrante del ser, su superación suscita necesariamente la nostalgia, como la que se siente ante algo desaparecido. Lo mejor que yo poseo en mí, y también lo que he perdido, se lo debo al sufrimiento. De ahí que no se le pueda amar ni condenar. Yo experimento ante él un sentimiento particular, difícil de definir, pero que posee el encanto y el atractivo de una luz crepuscular. La beatitud alcanzada mediante el sufrimiento no es más que una ilusión, porque ella exigiría la reconciliación con la fatalidad del dolor, para evitar la destrucción. En esa beatitud ilusoria residen los últimos recursos de la vida. La única concesión que puede hacerse al sufrimiento consiste en la nostalgia de la curación, pero esa nostalgia, demasiado vaga y difusa, no puede cristalizarse en la conciencia. Todo dolor que se extingue provoca un sentimiento de turbación, como si el regreso al equilibrio prohibiera para siempre el acceso a regiones torturadoras y fascinantes a la vez que no se pueden abandonar sin cierta añoranza. Puesto que el sufrimiento no nos ha revelado la belleza, ninguna otra luz puede ya seducirnos. ¿Nos atraen aún las tinieblas del sufrimiento?

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