Cuando todo es acá y ahora...
En la escritura hay dos clases de tiempo: el momento de la inspiración en el que el artista recibe una intuición directa de la belleza o la verdad; luego la lucha por retenerla el tiempo suficiente para poder llevarla al papel. En la escritura improvisada solo hay un tiempo: el que llaman tiempo real (acá y ahora). La memoria y la intención (que postulan el pasado y el futuro) y la intuición (que indica el eterno presente) se funden.
Cuando practicamos la escritura improvisada no se actúa a partir de un vacío sin forma, sino a partir de años de evolución orgánica. Todo lo que fuimos está de alguna manera codificado en algún lugar de nuestro ser.
La creación no es el reemplazo de nada por algo o del caos por el patrón. No hay caos; hay un mundo vivo. Los errores, por ejemplo, son de incalculable valor. El poder de los errores nos permite dar un nuevo marco a los bloqueos creativos y verlos en todos sus aspectos.
La clave para improvisar en la escritura, es hacer que cada momento cause una impresión tan profunda que inexorablemente nos conduzca al siguiente. Nos encanta ser seducidos por una inevitabilidad demorada. El cuerpo de la escritura adopta mil distintas formas, no hay una forma acertada de medirlas.
El niño que fuimos y que somos aprende explorando y experimentando, husmeando insistentemente en cada rinconcito que encuentra abierto: ¡y en los rincones prohibidos también! Bloqueamos la creatividad rotulándola como poco frecuente, extraordinaria, segregándola en reinos especiales como el de las artes y las ciencias. Mientras crecemos arriba, olvidamos hacia abajo.
Esta técnica es creada a partir de la unión y fusión de todos los componentes tanto de la narrativa de ficción como del arte escénico de la improvisación. Cabe aclarar que más allá de que es una técnica que toma en cuenta cada elemento constitutivo de ambas disciplinas como pilares fundamentales, es importante siempre tener en presente que su estructura es totalmente permeable de cualquier modificación que pueda surgir.
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