Un día más entre tantos días...
Esto,
tal cual como te lo estoy contando, es lo que me pasó. Si por
casualidad alguien quisiera alterar el orden de los hechos, se daría
cuenta de que eso es imposible, porque eso
es y no es a la vez.
Estoy
viendo la tele. La verdad es que no hay mucho que ver, siempre es lo
mismo: política, fútbol, religión. Si me tuviera que sincerar en
este momento, no tendría escapatoria. No estoy mirando la tele. No
estoy haciendo nada. En realidad, no estoy.
Suena
el teléfono. No contesto. No tengo ni ganas de levantarme, porque
ahora parece que van a pasar algo interesante. El teléfono sigue
sonando. La oposición no termina de definir un plan estratégico
para enfrentar al oficialismo. Siempre es lo mismo. Suena el teléfono
por segunda vez. Estoy entre ir y atender o seguir mirando cómo paso
de canal en un zapping infinito. El teléfono sigue sonando y siempre
es lo mismo. Cortan. O creo que cortan, porque el teléfono deja de
sonar. Pero, al rato, vuelven a llamar. Voy hasta el comedor y sé
que me estoy olvidando, de a poco, como la sombra que gana terreno
sobre el árbol cuando llega la tarde, de apagar la tele y ponerme
las ojotas. Atiendo.
—Hola,
¿quién habla?
—Yo
—¿Quién
es yo?
—Yo
—Mirá,
flaco, o flaca, no se escucha muy bien.
Te
pido, ¡no me rompás las pelotas! ¡Estoy tranquilo mirando tele y
no quiero que me jodan!
¿Me
escuchaste?
Corto.
Aunque la voz me sonaba familiar, me da miedo reconocer que no pude
adivinar quién estaba del otro lado. Sin apuros, y tratando de
volver en mí, encaro de nuevo para la habitación. Me llama la
atención que no escucho el ruido de fondo de la tele. Quizás la
haya apagado. Antes de llegar, vuelvo a escuchar que suena el
teléfono.
—…
—Hola,
¿cómo estás? Por lo que veo no tenés pensado hablarme hoy.
Le
corto de nuevo. Me siento en el suelo, al lado de la mesa del
teléfono, y espero a ver si vuelve a llamar. Me desespera saber
quién es. Me desespera. Casi que estoy al borde del llanto. Apoyo la
frente sobre mis rodillas y cierro los ojos. Voy a esperar lo que
tenga que esperar. Mientras tanto, una lágrima cae.
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