DESPUÉS DE CINCO SEGUNDOS - (NO PUBLICADO - 2017)

 Un eterno adiós...

Creo que fueron, o son, incontables las veces que me senté a escribir esto y no terminé, ni siquiera, la primera línea. No sé si es por miedo o por olvido, la verdad no lo sé. Lo que sí sé es hoy eso no va a pasar. Hoy algo es diferente. Hoy algo cambia. Y no creo que sea porque soy más valiente o descuidado que ayer, no. Es mucho más simple que eso: una película. Acabo de terminar de ver una película y no sé por qué me recuerda a vos. Me recuerda a tu vos.

Hace tanto tiempo que quería decirte algunas cosas que vienen y van en mi cabeza (como si estuvieran balanceándose en la hamaca de los recuerdos y la que las mece fuera la cobardía). Hace tanto tiempo y tanto tiempo no parece tanto cuando te tengo al lado. Pero bueno, acá estamos y yo sin saber qué decir o, mejor dicho, cómo decirlo. Porque no es cuestión de hablar por hablar. Vos y yo sabemos bien cuánto valen las palabras y más la tuya y la mía cada vez que nos encontramos por casualidad en la estación o en el bar. Y aunque a veces nos hacemos los boludos y miramos para otro lado cuando nos cruzamos porque vamos abrazados con alguien, por adentro sabemos que solo es una pantalla porque ni vos ni yo queremos ese abrazo, no ese. ¿Y cómo fue que una película hizo que me acordara de vos? Fácil, porque me reí hasta que se me cayeron las lágrimas. Me acuerdo como si fuera hoy ese día. Vos estabas tan distraída mirando cómo se desprendían las hojas de los árboles, cómo el sol se escondía detrás de los tinglados de las fábricas, esas fábricas que aparecen como de la nada al costado de la ruta, mientras yo estaba preocupado por poder encontrar esa rotonda que nos llevara de vuelta al camino. Nada podía ser diferente de cómo fue porque todo tuvo que ser así para conocernos. Vos tan concentrada en adivinar qué formas dibujaban las nubes en el cielo y yo tan distraído de ese paisaje que me regalabas. Por eso no me voy a olvidar más de tu cara cuando pegué esa terrible frenada sin sentido que te tiró el mate a la mierda y casi hizo que te dieras la cabeza contra la guantera. No me voy a olvidar más de esos ojos desconcertados que me preguntaban el motivo y yo solo atiné a dibujar un sonrisa tan idiota que lo único que hiciste fue largar una carcajada tan fuerte que, al principio, me asustó pero, después, me inundó el alma y nos reímos sin parar por un rato hasta que lloramos de la risa. Esa fue la misma sensación que tuve hoy cuando miré esa película. Claro que vos no estabas al lado y no tenía enfrente esa luz que se despierta cada vez que te acomodás el pelo y te lo atás haciéndote un rodete. Pero algo, aunque mínimo, algo de eso sentí hoy.

En el armario todavía guardo algunas cosas tuyas. No sé si por nostalgia o es que, quizás, todavía tengo la impresión de que algún día vas a volver a tocar esa puerta y yo te voy a estar esperando con un té y algunas galletitas con queso y dulce. Nada más alejado de la realidad, supongo. Hace cuarenta años. Hace cuarenta años que todavía guardo algunas cosas tuyas en el armario. Creo que es hora de replantearme mis objetivos o dejar que todo siga como está, así puedo verme caer cada día un poquito más. Y no es que quiera llamar la atención, no, pero la verdad es que estoy un poco cansado de encontrarme todo el tiempo en la misma situación: vos con tu vida resuelta y yo re-suelto andando por ahí. Las cosas no son lo que parecen, ya sé. No todo es color de rosas pero seguramente te va mejor que a mí. Pero lo que más me asusta no es eso, no. Lo que más me asusta es no saber si te pasa lo mismo. Saber si por las noches te despertás de ese sueño en el que yo soy vos y vos sos yo. Tan real, tan viviente que hasta da miedo. Detesto sentir esa sensación de que fue cierto aun cuando ya estoy despierto. No pasa seguido, pero cuando pasa, después, no puedo pegar un ojo. Me quedo pensando en cómo sería ser vos si pudiera. Cómo sería tenerte otra vez a mi lado aunque no pueda verte de frente, aunque tenga que besarte besándome, aunque otro te haga el amor para que te des cuenta de que no se siente igual que como yo lo hacía. Cuesta pensar en que solo te tengo de nuevo algunas noches. El resto de los días ni te nombro o, hasta incluso, me olvido de vos. Esos días son los más calmos pero aburridos. Prefiero vivirlos tormentosos y caóticos pero sabiendo que te voy a soñar. Todo esto me resulta empalagoso. Creo que hasta llega un punto en que no hay retorno del sinsentido. Pero, ¿cómo puedo explicar esto que me pasa? ¿Cómo puedo describir esto que siento? Si hace tanto tiempo que no lo sentía así, tan real, tan vívido. Hoy, y digo hoy como podría haber dicho mañana o pasado o la semana que viene o dentro de un mes o un año o nunca, te crucé. Te crucé y nos vimos unos pocos segundos pero nos vimos. Vos estabas esperando del otro lado de la vía y yo estaba con ganas de cruzarla por más que el tren me arrollara. Porque era preferible morir con el último recuerdo tuyo clavado en mi retina que vivir así, como vivo ahora, como estoy ahora, sentado en la silla del living, mirando hacia afuera a través del ventanal que da a la avenida. Mirando vaya a saber uno qué, porque miro y no miro. Porque todavía tengo impregnado el olor de tu piel por más que nos hayamos cruzado tan solo unos segundos y vos me hayas ignorado como quien ignora un fantasma porque no puede verlo y no cree en su existencia. Pero no, no fue así, porque vos me viste. Entonces el golpe duele peor, duele más aunque no se vea. No había motivos para que pasara así, tan indiferente como fue todo cuando yo del otro lado de las vías hubiera dado mi vida por abrazarte y decirte todo lo que te extrañé durante todos estos años. Porque aunque no lo creas no importa cuánto tiempo sea, ni cómo te veas, voy a estar esperándote. Sencillamente engorroso como suena. Y si te queda algún rastro de duda de todo esto que te digo, por favor, no bajes la mirada mientras cruzamos las vías y mirame de frente, a los ojos, sin vacilar, que quiero que descubras por vos misma que todavía hay algo ahí adentro tuyo que se inquieta cuando decís mi nombre, o escuchás en la radio esa canción que tanto nos gusta o, simplemente, pasás por al lado mío y me mirás y te devuelvo la mejor sonrisa que me puede llegar a salir en este momento. Por favor, no lo hagas. Seguí sonriéndome como hasta ahora y dejame acompañarte hasta el otro lado, que no es el otro lado porque yo ya estaba ahí pero no me importa. Tengo que simular que cruzo por más que te estuve esperando todo este tiempo. Seguí así de alegre por haberme cruzado mientras yo te tomo de la mano y te digo que estás increíble y vos te sonrojás pero me decís que estás apurada, que te tenés que ir. 

Y es cierto que tengo tanto contarte, pero ¿qué más puedo decirte? Si después de cinco segundos a tu lado, ya nada vuelve a ser lo mismo.

Comentarios