Cuando lo que escasea no son solo insumos sino pensamiento crítico...
Me
preocupa saber que en estos días, veo a muchas personas levantar con
orgullo la bandera de la estupidez. Tenemos ejemplos que van desde la
creación de rituales como aplaudir a todo el personal médico desde
los balcones —cuando es altamente probable que ninguno de los que
aplaude haya asistido a una marcha o haya participado en alguna causa
que proponga la mejora y normalización del salario de todo el
personal policial, educativo y médico— hasta salir a golpear algún
utensilio que haga ruido en rechazo a la histórica y ya conocida y
sufrida falta de compromiso, responsabilidad, seriedad, transparencia
y solidaridad de nuestra honorable clase política como expresión de
crítica a la falta, o casi nula, representatividad ciudadana
—cuando bien sabemos que el mejor golpe es la rebelión fiscal, es
decir, el rechazo al pago de nuestras contribuciones fiscales motor
fundamental del cashflow del Estado—. Pero, claro, la comodidad de
nuestros sillones o la falta real de una necesidad concreta que nos
ponga contra la pared nos moldea a su antojo y terminamos siendo,
para nuestro perjuicio, proyectos inacabados de un revolucionario de
balcón. Esto equivaldría a decir que si estuviéramos frente al
mando de un batallón que se dirige a la guerra, nuestra mejor
estrategia sería darle ánimo y confianza a los soldados. Creo que
no necesito explicar el resultado, ¿no?.
Resulta
que la cuestión acá es más práctica que teórica: mientras nos
encontramos confinados protegiendo a los más débiles y a los
mayores, que son la principal fuente de riesgo, detrás hay una
economía que se derrumba tras constantes intentos fallidos, o en su
defecto sin intentos concretos, reales y productivos, de proporcionar
un sustento efectivo para hacer frente a esta crisis. Y no sólo eso
sino que además la falta de instrucción cívica en materia
sanitaria por parte de las autoridades nacionales, municipales y
comunales, nos deja en una posición en la cual comenzamos a dudar si
esta cuarentena efectivamente tendrá los efectos de una medida que
propicia el aplanamiento de una curva que puede crecer
exponencialmente en cualquier momento. ¿Por qué digo esto?
Sencillamente porque no creo que si durante más de doscientos años
no hemos podido crecer como sociedad en conjunto, es decir,
evolucionar en conjunto con un pensamiento crítico, solidario y
responsable, dudo que se pueda lograren un mes. Sin contar que el
aislamiento produce en las personas un sin fin de trastornos producto
de la falta de autoconocimiento y autoaceptación lo que lleva a
pensar en que próximamente veremos como, una vez abierta la puerta
del corral, las ovejas que no puedan pasar por culpa del
amontonamiento serán las que quedarán atrapadas entre los
alambrados o tendrán la suficiente valentía para dar el salto
correcto y salir a corretear por el campo, libres, sin restricciones
y, también, sin responsabilidad. Quiero aclarar que a estas alturas
lo que estoy planteando no es una ninguna crítica al gobierno de
turno, por el contrario creo que esto le podría haber pasado a
cualquiera porque más allá de las ideologías y las formas o los
contenidos de unos o de otros acá lo que estoy planteando es una
incapacidad general, de hacer frente a esta situación, de la
población en su conjunto: tanto de la clase política como de sus
representados.
Pero
así como esta falta de capacidad integral puede llevarnos a, una vez
más, estrellarnos contra un muro impenetrable como es el desorden
social, político y económico, también nos puede dar una ventaja
sustentable. Si somos capaces de asumir nuestros errores, si somos
capaces de mirar aunque sea por algunos segundos a nuestro costado,
si somos capaces de entender —como por ejemplo lo ha hecho el
pueblo cubano. Quién haya visitado aquella isla arrasada por un
modelo socialista que fue, en su época de apogeo, el gran chivo
expiatorio de Rusia y funcionó como una especie de barrera de
contención contra el capitalismo que comenzaba a derramar EEUU sobre
toda América Latina, bien sabe que una vez que se cerró el grifo
del financiamiento extranjero que cargaba sobre su espalda como una
estrategia geopolítica el antiguo Estado de la URSS, Cuba comenzó
con un proceso de decadencia que empujó al pueblo hacia el
precipicio y la única alternativa para no caer, de forma definitiva
en él, fue la organización de un mercado y un modelo paralelo de
subsistencia en el cual todo ha girado desde hace años en torno a la
informalidad, el trueque y la solidaridad de los ciudadanos— que la
respuesta está en el cuidado que tengamos de nosotros mismos, de los
unos a los otros, si somos capaces de entender que no podemos dejar
nuestra salud, nuestra economía y nuestros derechos en manos de
personas que sólo se preocupan por encontrar la forma más efectiva
y menos detectable —en algunos casos es tan impune el procedimiento
que da asco— de acumular riqueza como sinónimo de acumulación de
poder, si somos capaces de dejar por un rato los diarios, los
"informativos", la televisión idiota que sólo mata
neuronas y alimenta la alienación, si somos capaces de
interiorizarnos en las leyes, en quiénes las cumplen, en quiénes no
o, simplemente, pregonamos su cumplimiento a través del poder de
ciudadano, si somos capaces de asumir que, como dice la constitución,
El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus
REPRESENTANTES y autoridades creadas por la Constitución, si somos
capaces de tomarnos este tiempo de "pausa mundial" para
autoevaluarnos y lograr alcanzar un grado de reflexividad mayor, si
somos capaces, al menos, de cuestionar los discursos sin importar el
color político que se esconda detrás, si somos capaces de dejar las
ideologías arcaicas de lado que nos han enseñado en el colegio, en
los centros culturales o en las agrupaciones vecinales y comenzamos a
pensar con la ideología empírica de la calle, la solidaridad y el
compromiso, si somos capaces de readaptarnos a un sistema que nos
propondrá, quizás, nuevas reglas sociales, si somos capaces de
aunque sea un cinco por ciento de todo lo que creo y lo que no expuse
por lo que debemos ser capaces, quizás así, podremos encontrar el
mejor camino que nos lleve a casa. No será el menos doloroso ni el
más corto pero nos ofrecerá el beneficio de los errores, el
aprendizaje y la unión como sociedad. Son tiempos de valientes, no
de cobardes.
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