BUENOS CONSEJOS

Reglas para autores principiantes 
(regalo de aniversario, en lugar del buzón de correo)


Título original: Pravila dlia nachinayuschij avtorov, publicado por primera vez en la revista Budilnik, 1885, Nº 12.

Antón Pávlovich Chéjov

A toda criatura recién nacida se le debe lavar con empeño y, tras dejarla descansar de las primeras impresiones, azotarla fuertemente con las palabras: “¡No escribas! ¡No escribas! ¡No seas escritor!” Y si, a pesar de esa ejecución, la criatura empieza a revelar inclinaciones de escritor, pues se debe probar la caricia. Y si la caricia tampoco ayuda, pues deje de la mano a la criatura y escriba “perdido”. La comezón de escritor es incurable.
El camino del escritor, de principio a fin, está lleno de espinas, clavos y ortigas, y por eso una persona de sano juicio debe apartarse por todos los medios de la escritura. Y si el sino implacable, a pesar de todas las advertencias, empuja a alguien al camino de la autoría, pues el desdichado, para atenuación de su interés, debe remitirse a las reglas siguientes:


1) Se debe recordar, que la autoría ocasional y la autoría à propos es mejor que la escritura constante. El conductor que escribe versos, vive mejor que el versificador que no trabaja de conductor.
2) Se debe asimismo fijar bien en la memoria, que el fracaso en la palestra literaria es mil veces mejor que el éxito. El primero se castiga sólo con la desilusión y la agraviante sinceridad del buzón de correo, el segundo acarrea tras sí la fatigosa búsqueda del honorario, el cobro de un honorario de cupones del año 1889, las “consecuencias” y los nuevos intentos.
3) La escritura en pos de “el arte por el arte” es más ventajosa, que la creación en pos del vil metal. Los escritores no compran casas, no van encoupe de primera clase, no juegan a la ruleta y no toman sopa de acipenser. Su alimento es la miel y los acrídidos preparados de Savrasiénkov, su vivienda las habitaciones amuebladas, su medio de transporte andar a pie.
4) La gloria es un parche chillón en los viejos harapos del cantor, y la celebridad literaria es pensable sólo en esos países, donde para entender la palabra “literato” no buscan en el Diccionario de las 30 000 palabras extranjeras.
5) Intentar escribir pueden todos sin distinción de títulos, cultos, edades, sexos, grados de instrucción y situaciones familiares. No se prohíbe escribir incluso a los dementes, los amantes del arte escénico y los privados de todo derecho. Es deseable, por lo demás, que los escaladores del Parnaso sean, en lo posible, personas maduras, que sepan que las palabras “zafiro” y “zarpa” se escriben con “zeta”.
6) Es deseable que éstos, en lo posible, no sean junkers ni estudiantes de gimnasio.
7) Se supone que el escritor, además de las comunes capacidades intelectuales, debe tener por sí mismo experiencia. El honorario más alto lo reciben las personas que han pasado por el fuego, el agua y los tubos de cobre, y el más bajo las naturas no tocadas y no maleadas. Entre los primeros se encuentran: los casados por tercera vez, los suicidas fallidos, los que perdieron el plumón y el polvo, los batidos en duelo, los escapados de las deudas y demás. Entre los segundos: los que no tienen deudas, los novios, los abstemios, las estudiantes de instituto y demás.
8) Hacerse escritor no es nada difícil. No hay anormal que no encuentre su par, y no hay tontería que no encuentre su lector apropiado. Y por eso no te apoques... Pon el papel ante ti, toma la pluma en la mano y, tras incitar al pensamiento cautivo, escribe. Escribe de lo que quieras: de la ciruela pasa, del tiempo, del kvas de Govoróvskii, del Océano Pacífico, de las agujas del reloj, de la nieve del año pasado... Tras escribir, toma en tus manos el manuscrito y, sintiendo en las venas un temblor sagrado, ve a la redacción. Tras quitarte los chanclos en el recibidor e informarte: “¿Está acaso el sr. redactor?”, entra al santuario y, lleno de esperanzas, entrega tu creación... Después de eso, acuéstate una semana en el diván de la casa, escupe al techo y deléitate con los sueños; a la semana, ve a la redacción y recibe tu manuscrito de vuelta. Tras esto sigue llamar a las puertas de otras redacciones... Cuando todas las redacciones sean recorridas y el manuscrito no sea aceptado en ningún lugar, publica tu obra en una edición aparte. Se hallarán lectores.
9) Hacerse un escritor que publican y leen, es muy difícil. Para eso: sé incondicionalmente instruido, y ten un talento del tamaño, siquiera, de un grano de lenteja. Por la ausencia de grandes talentos son apreciados los pequeños.
10) Sé honrado. No hagas pasar lo robado como tuyo, no publiques lo uno y lo mismo en dos ediciones a la vez, no te hagas pasar por Kúrochkin, y a Kúrochkin por ti, no llames original lo extranjero y demás. En general, recuerda los diez mandamientos.
11) En el mundo de la prensa existe el decoro. Aquí, tanto como en la vida, no se recomienda pisar cualquier cayo, sonarse con un pañuelo ajeno, meter los cinco en el plato ajeno y demás.
12) Si quieres escribir, pues procede así. Escoge primero el tema. Ahí se te da libertad absoluta. Puedes utilizar el abuso y hasta la arbitrariedad. Pero, para no descubrir América por segunda vez y no inventar la pólvora de nuevo, evita los temas que hace tiempo fueron recorridos.
13) Tras escoger el tema, toma en la mano una pluma no mohosa y, con una letra legible, sin garabatos, escribe lo deseado en una cara de la hoja, dejando la otra sin tocar. Lo último es deseable no tanto para el aumento de las ganancias de los fabricantes de papel, como en vista de otros, elevados motivos.
14) Al dar rienda suelta a la fantasía, retén la mano. No la dejes perseguir la cantidad de renglones. Mientras más breve y brusco escribas, más frecuente te publican. La brevedad no estropea el asunto en absoluto. La resina estirada borra el lápiz en nada mejor que la no estirada.
15) Tras escribir, firma. Si no persigues la celebridad y temes que te peguen, utiliza un seudónimo. Pero recuerda que cualquiera sea la visera que te oculte del público, tu apellido y dirección deben ser conocidos por la redacción. Esto es necesario en caso de que el redactor quiera felicitarte por el año nuevo.
16) El honorario cóbralo al instante después de la publicación. Los adelantos evítalos. El adelanto es devorar el futuro.
17) Tras cobrar el honorario, haz con éste lo que quieras: cómprate un barco, seca un pantano, tómate fotografías, encarga una campana a Finlandés, agranda tres veces el polisón de las mujeres... en una palabra, lo que quieras. La redacción, al dar el honorario, da una libertad de acción absoluta. Por lo demás, si el colaborador desea presentar a la redacción la cuenta, por la que se verá cómo y dónde gastó su honorario, la redacción no va a tener nada en contra.
18) En conclusión, lee otra vez los primeros renglones de estas Reglas.

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